Porque polvo eres, y al polvo volverás (Gen 3:19).
Casi todo el mundo está de acuerdo con esta frase independientemente de sus puntos de vista o creencias religiosas. A menos que estemos vivos para la Segunda Venida, cada uno de nosotros debe morir algún día. A veces, la muerte nos llega como un invitado inesperado, terrible y contundente. Recientemente, leí una carta abierta de una joven de 27 años llamada Holly, que se estaba muriendo de cáncer de huesos. Ella escribió 24 horas antes de su muerte:
“Es extraño darse cuenta y aceptar tu mortalidad a los 27 años. Eso es lo que pasa con la vida; Es frágil, preciosa e impredecible y cada día es un regalo, no un derecho dado. […] Desde que me enfermé, he conocido a las personas más increíblemente generosas y amables, y he sido el receptor de las palabras más amables y amorosas y el apoyo de mi familia, amigos y extraños. […] Escucho a la gente quejarse de lo terrible que es el trabajo o de lo difícil que es hacer ejercicio […] Te juro que no pensarás en esas cosas cuando sea tu turno. Todo es TAN insignificante cuando miras la vida como un todo ... "
Debo admitir que sus palabras me conmovieron. La muerte de una mujer tres años menor que yo suscita muchas preguntas y reflexiones en mi propio corazón. Me di cuenta de la frecuencia con la que le doy gran importancia a las cosas que no son esenciales. Gracias a ella, recordé una vez más lo importante que es reconocer la meta hacia la que nos dirigimos. Como cristianos, creemos que la vida no se limita solo a esta perspectiva terrenal.
En el transcurso de nuestra vida, nos fijamos pequeñas metas a través de las cuales organizamos y subordinamos nuestras acciones. En todo esto, es posible que no prestemos mucha atención a nuestro objetivo final: nuestra salvación. Debemos reconsiderar regularmente si nuestra vida está totalmente orientada a este objetivo. Si toda la eternidad depende de nuestra corta vida en la tierra, entonces el asunto de nuestra fe y nuestra relación con Dios siempre debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas. Jesús nos dice cuál es la cosa más importante en nuestra vida: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente ... Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22: 37,39). En esto deberíamos invertir principalmente nuestra energía. Esta es la fuente a través de la cual amamos a otras personas y a nosotros mismos cada vez más profundamente. Ésta es la fuente de verdadera paz en nuestras vidas.
La Cuaresma es el tiempo de penitencia y reparación por nuestros pecados. Con nuestro ayuno y penitencia, hacemos espacio en nuestro corazón para encontrarnos con Dios. La Cuaresma también es un buen momento para repensar las prioridades y metas que intentamos seguir. Es un buen momento para volver a encaminar nuestras vidas por el rumbo correcto. “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21).
Casi todo el mundo está de acuerdo con esta frase independientemente de sus puntos de vista o creencias religiosas. A menos que estemos vivos para la Segunda Venida, cada uno de nosotros debe morir algún día. A veces, la muerte nos llega como un invitado inesperado, terrible y contundente. Recientemente, leí una carta abierta de una joven de 27 años llamada Holly, que se estaba muriendo de cáncer de huesos. Ella escribió 24 horas antes de su muerte:
“Es extraño darse cuenta y aceptar tu mortalidad a los 27 años. Eso es lo que pasa con la vida; Es frágil, preciosa e impredecible y cada día es un regalo, no un derecho dado. […] Desde que me enfermé, he conocido a las personas más increíblemente generosas y amables, y he sido el receptor de las palabras más amables y amorosas y el apoyo de mi familia, amigos y extraños. […] Escucho a la gente quejarse de lo terrible que es el trabajo o de lo difícil que es hacer ejercicio […] Te juro que no pensarás en esas cosas cuando sea tu turno. Todo es TAN insignificante cuando miras la vida como un todo ... "
Debo admitir que sus palabras me conmovieron. La muerte de una mujer tres años menor que yo suscita muchas preguntas y reflexiones en mi propio corazón. Me di cuenta de la frecuencia con la que le doy gran importancia a las cosas que no son esenciales. Gracias a ella, recordé una vez más lo importante que es reconocer la meta hacia la que nos dirigimos. Como cristianos, creemos que la vida no se limita solo a esta perspectiva terrenal.
En el transcurso de nuestra vida, nos fijamos pequeñas metas a través de las cuales organizamos y subordinamos nuestras acciones. En todo esto, es posible que no prestemos mucha atención a nuestro objetivo final: nuestra salvación. Debemos reconsiderar regularmente si nuestra vida está totalmente orientada a este objetivo. Si toda la eternidad depende de nuestra corta vida en la tierra, entonces el asunto de nuestra fe y nuestra relación con Dios siempre debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas. Jesús nos dice cuál es la cosa más importante en nuestra vida: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente ... Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22: 37,39). En esto deberíamos invertir principalmente nuestra energía. Esta es la fuente a través de la cual amamos a otras personas y a nosotros mismos cada vez más profundamente. Ésta es la fuente de verdadera paz en nuestras vidas.
La Cuaresma es el tiempo de penitencia y reparación por nuestros pecados. Con nuestro ayuno y penitencia, hacemos espacio en nuestro corazón para encontrarnos con Dios. La Cuaresma también es un buen momento para repensar las prioridades y metas que intentamos seguir. Es un buen momento para volver a encaminar nuestras vidas por el rumbo correcto. “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21).
Br. Andrzej Monka, OP | Conoce a los hermanos estudiantes en formación AQUÍ
Escrito
6 de marzo de 2019
Tiempo de lectura
Lectura de 3 min
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