Únase a nosotros para el evento Dominican Black & White
Celebramos 175 años de dominicanos en Occidente
Obtenga sus entradas hoy

Bendito seas…

¿Por qué necesitamos pedir ayuda? El Hno. Piotr Skibinski, OP, comparte una reflexión del Evangelio del VI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 6-17) en nuestra serie de videos semanales.


Si extiendo mi mano abierta, estoy dispuesto a recibir algo. Si tengo los ojos abiertos, puedo ver a otras personas. Pero si cierro la mano en un gesto de satisfacción triunfal, no soy capaz de recibir nada. Y, si cierro los ojos en un sentido de plenitud y consuelo, no soy capaz de ver a nadie.

Y quizá esto es lo que Jesús está diciendo al comienzo del Sermón de la Montaña en el Evangelio de Lucas, que escuchamos este domingo. "Bienaventurados vosotros los pobres, los que tenéis hambre..." Cuando me encuentro en necesidad y no tengo todo bajo control, y me suceden cosas que no puedo manejar por mí mismo, hay muchas posibilidades de que extienda mi mano pidiendo ayuda. Y lo que muchos considerarían un signo de debilidad será en realidad un reconocimiento de mi dependencia, que me permitirá descubrir y experimentar la presencia y la bondad de Dios.

"Bienaventurados los que lloran..." Si tengo los ojos abiertos y miro atentamente a los que me rodean, podré verlos como son y así, junto a la alegría y la belleza, veré sus problemas, seré sensible a sus dificultades, lloraré a menudo por el daño o el mal que vea y buscaré ayudar adecuadamente.

Pero, si acepto como verdadera la ilusión de que puedo tenerlo todo bajo control, de que soy independiente y debo protegerme por todos los medios, no extenderé la mano, convencido de que no necesito la ayuda de nadie, o de que no puedo contar con nadie. Si cierro los ojos, entregándome a mi propia realización y seguridad, limitándome sólo a lo que es agradable, no veré cuán lejos de la paz pueden estar los días que me rodean.

Si eres lo suficientemente valiente para aceptar la verdad, verás que muchas cosas en tu vida están más allá de tu control y de tus capacidades. Descubrirás que aquellas cosas que no puedes manejar por ti mismo no son signos de tu debilidad o incompetencia. No tienen por qué hacerte tratar de controlar aún más la realidad. Tu deficiencia revelará tu dependencia de Dios.

Y si te atreves a no cerrar los ojos, sino abrirlos bien para ver realmente a quienes te rodean, descubrirás cuántos de ellos te necesitan y cuánto bien puedes hacer.

Tu mano y tus ojos abiertos resultarán ser el camino de la bendición, el camino de la felicidad.

Imagen: Jan Brueghel el Viejo, El sermón del monte, 1598, Dominio público