Estudio dominicano

El estudio asiduo se ubica como una de las características más destacadas de la Orden de Predicadores. Cuando uno piensa en el fraile dominico, los pensamientos de grandes luminarias como Santo Tomás de Aquino y San Alberto Magno seguramente no se quedan atrás. Los eruditos en la historia de la filosofía y la teología pueden conocer figuras menos conocidas como Tommaso de Vio Cayetano, OP (1469-1534), Francisco de Vitoria, OP (1483-156), Domingo Báñez, OP (1528-1604), John of St. Thomas, OP (1589-1644), y muchos otros. En el siglo pasado, la Orden de Predicadores se jactó de grandes nombres como Édouard Hugon, OP (1867-1929), Marie-Joseph Lagrange, OP (1855-1938), Reginald Garrigou-Lagrange, OP (1877-1964) e Yves Congar. , OP (1904-1995).

Para el fraile dominico, el estudio no es una actividad opcional. El estudio constituye uno de los “cuatro pilares” que componen la estructura de la vida dominicana, junto con la vida en común, la oración y la predicación. Nuestra observancia regular exige que nos comprometamos a un estudio asiduo. Sin embargo, dada la asociación generalizada de la religión con la ignorancia y la superstición en nuestra sociedad, la idea de una orden religiosa tan comprometida con el estudio puede parecer extraña o sui generis.

Nuestros contemporáneos olvidan que para los pueblos romanos medievales y antiguos, la religión era una virtud moral que se refería a dar a Dios lo que le correspondía. La obligación de prestar servicio a Dios implica una sumisión razonable, porque por la razón nos reconocemos como criaturas subordinadas a Dios. Por tanto, es necesario que nos dediquemos interiormente a Dios (Summa Theologica II-II, Q. 81, A.1-2). La gracia perfecciona las inclinaciones religiosas de nuestra naturaleza, permitiéndonos adorar a Dios por caridad según nuestra fe en Dios (ST II-II Q. 82, A. 2, ad. 1). Sin embargo, no podemos dedicarnos a Dios si no conocemos a Dios, porque dedicarnos a cualquier cosa es quererlo para nosotros y no podemos querer lo que no conocemos.

El intelecto proporciona a la voluntad su objeto. Cuanto más conocemos a Dios, más podemos amar a Dios, porque al conocer a Dios, la voluntad recibe más amor por Dios. A través del estudio nos volvemos más conscientes de la bondad de Dios y de nuestras propias deficiencias y, por lo tanto, más conscientes de nuestra dependencia de Dios (ST II-II, Q. 82, A.3). Así, vemos la necesidad de estudiar la Palabra de Dios revelada sobrenaturalmente en la Sagrada Escritura y naturalmente revelada en el universo creado. Además, el estudio nos libera de los errores acerca de Dios y nos pone en guardia contra las diversas herejías que, ya sea por malicia o por ignorancia, distorsionan nuestra comprensión de Dios (ST II-II, Q.188, A.5).

El fraile dominico no se detiene ahí. Su vocación no es simplemente contemplar a Dios, sino luego compartir los frutos de su contemplación con los demás. Así, el estudio nos lleva no solo a un mayor amor a Dios, sino también al amor al prójimo, en la medida en que el estudio tiene un papel integral en nuestra misión de predicación. Tanto el libro de las Escrituras como el libro de la naturaleza proporcionan material para el estudio y la contemplación, lo que nos permite compartir la Palabra de Dios para satisfacer las necesidades del pueblo de Dios.

Finalmente, el estudio ayuda al fraile dominico a evitar el pecado, porque aparta la mente de los malos pensamientos y amansa la carne a causa del trabajo de estudio. Los frailes hablamos de la “cruz del pupitre”, a la que será clavado el fraile fiel. El estudio forma parte de nuestra disciplina ascética debido al trabajo y la dificultad que implica, y proporciona una mortificación muy necesaria y una oportunidad para la penitencia.

Estudiar la vida dominicana no es simplemente un asunto académico aislado. Es parte de la vida integrada de una vida a la vez contemplativa y activa. Es indispensable para el carisma de la predicación para la salvación de las almas, y por eso es parte necesaria de la formación permanente de un fraile de la Orden de Predicadores.

Oremos para que, siguiendo el ejemplo de nuestros hermanos y hermanas dominicos en el cielo, podamos dedicarnos a Aquel a quien estudiamos. Que podamos llegar a conocerlo cada vez más de cerca, y que al conocerlo lo amemos a nosotros mismos y atraigamos a todos a nuestro alrededor para amarlo.

-Br. Joseph Selinger, OP

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