¡Feliz Fiesta de San José!

Entre otros títulos de las Letanías de San José, se invoca al padre adoptivo de Nuestro Señor como el “terror de los demonios”. Una razón para esto es que el diablo nos tienta con todo tipo de cosas para mostrar nuestro poder de dominación sobre los demás. San José subvierte y derriba este espíritu de orgullo con su obediencia, humildad y desapego.

Se puede ver esta obediencia vivida en el silencio de San José. Un predicador compara esto con la lámpara del santuario ardiendo en testimonio silencioso de la presencia de Cristo en el tabernáculo.

Este testimonio silencioso está repleto en la Escritura donde José realiza todas sus tareas paternales: conducir a la familia a Belén, la huida a Egipto y la presentación de nuestro Señor según la costumbre judía.

Todos los autores espirituales tienen claro que el crecimiento auténtico en la oración no es cuestión de una experiencia espectacular. La espiritualidad auténtica es más bien un ejercicio de crecimiento en humildad y desapego. La humildad no significa pensar menos en uno mismo sino pensar menos en uno mismo. El desapego es entregar todo lo que el yo aprecia como sustituto de Dios, para servir al Señor más fielmente.

Una vez que se han formado estas virtudes escuchando a Dios y actuando, como hizo José cuando recibió la palabra del ángel (Mt 1), esto no puede dejar de afectar también a las relaciones humanas. La tranquila presencia de José sirve como prueba de que la presencia espiritual del padre es vital en la iglesia doméstica si ha de ser una comunidad de amor y crecimiento espiritual. Esa presencia espiritual se ejemplifica en su humildad y desapego.


Adaptado de "Calle. José Patrono de la Iglesia Universal” por el p. Brian Mullady, OP.