Dios a la vuelta de la esquina

“Bienaventurados los que han aprendido a alabarte,
que caminan a la luz de tu presencia, SEÑOR.
(Ps 89: 15)

No necesitas un entrenamiento especial para orar. Pero la oración se aprende. ¿Quién nos puede enseñar a orar? Entre muchos otros ejemplos en los Evangelios, Jesús señala a los niños como ejemplos a seguir (cf. Mt 18, 3). Así que ahora, quiero compartir algo que aprendí sobre la oración de mi sobrino. No me dio un "consejo" místico o una idea, sino que me enseñó la importancia de recordar la presencia amorosa de Dios.

Cuando visito a mi familia, siempre paso tiempo con mi sobrino de cuatro años. Le gusta jugar conmigo o caminar conmigo por la casa, pero solo con una condición: que su mamá esté cerca. No necesariamente necesita verla o escucharla directamente, pero tiene que estar consciente de su presencia, que ella está a la vuelta de la esquina. Si lo hace, nos divertiremos mucho. El mundo entero está abierto a nuestra exploración común; todo es increíblemente interesante y él es creativo y lleno de energía. Pero si se da cuenta de que su madre no está cerca, todo cambia de inmediato. No quiere jugar. Solo quiere encontrar a su mamá.

Así como mi sobrino se reconforta al saber que su madre está a la vuelta de la esquina a pesar de que él no la ve directamente, también debemos consolarnos con el hecho de que Dios siempre está 'a la vuelta de la esquina' para nosotros. El recuerdo de Él y la conciencia de Su presencia amorosa nos dan alegría y nos permiten disfrutar de nuestras actividades. Dios es la luz que ilumina nuestra vida y la llena de significado.

Podemos ayudar a fomentar en nosotros mismos la conciencia de Su presencia durante el día a través de oraciones cortas como la oración de Jesús: “Señor Jesucristo, Hijo del Dios viviente, ten piedad de mí, pecador”. Podemos tratar los íconos e imágenes sagrados como signos de la presencia de Dios. Estas imágenes nos ayudan a darnos cuenta de la presencia amorosa de Dios, la presencia de Aquel “que es, que era y que ha de venir” (Apocalipsis 1: 8).


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