Estaba perdido y fue encontrado

¿Cómo es el verdadero perdón? El Hno. Albert Mary Uplaznik, OP, reflexiona sobre el Evangelio del Cuarto Domingo de Cuaresma.


En el Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, leemos la hermosa parábola del Hijo Pródigo. Jesús la cuenta a los fariseos y escribas que se quejaban porque él recibía a pecadores y comía con ellos.

Con esta parábola, Jesús quiere reprocharles su dureza de corazón e invitarlos a la alegría de la salvación que Él vino a traer; quiere decirles lo que el padre de la parábola le dice a su hijo mayor: «Hijo mío, siempre estás conmigo; todo lo que tengo es tuyo. Pero ahora debemos celebrar y alegrarnos porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido encontrado».

Pero ¿no somos a veces como los fariseos, duros de corazón con los demás? ¿No juzgamos a los demás como indignos de perdón? ¿Y si alguien nos ha traicionado totalmente? ¿O ha herido profundamente a alguien que conocemos? ¿Querríamos que fueran condenados? ¿Nos indignaríamos si Dios quisiera perdonarlos? ¿Y si Jesús los recibiera y comiera con ellos?

De hecho, Dios quiere que todos los hombres se arrepientan y sean salvos, como nos dijo por medio del profeta Ezequiel: "¿Acaso me complazco en la muerte de los impíos (...)? ¿No me regocijo cuando se apartan de su mal camino y viven?"

Si Dios quiere que se aparten de sus pecados y vivan, ¿quiénes somos nosotros para condenar?

Para concluir, me gustaría invitarlos a orar conmigo a Dios por el arrepentimiento de una persona que los haya ofendido. Piensen solo en una persona. Si no pueden pensar en nadie que los haya ofendido personalmente, piensen en alguien que haya hecho algo muy malo.

Oremos: Dios Padre nuestro, te doy gracias por el don de mi vida y por la vida de esta persona por quien ahora elevo mi voz a ti, Dios todopoderoso y eterno. Te pido la gracia de su completo arrepentimiento, para que se arrepienta de sus pecados, los confiese y viva de ahora en adelante una vida digna de ti. Concédele todas las gracias necesarias para alcanzar la salvación, para que un día podamos regocijarnos en tu presencia en el cielo con todos los santos por los siglos de los siglos. Y todo esto lo pido en el Santísimo Nombre de Jesús, tu Hijo. Amén.

Imagen: Rembrandt, Regreso del hijo pródigo, circa 1669, Dominio público