Dios Padre ofreció su amistad a la primera familia humana, a Adán y Eva, pero su desobediencia rompió esta amistad. Otra familia vino a reparar, mediante una obediencia extraordinaria: la Sagrada Familia de Nazaret. En efecto, la casa de Nazaret era una casa de obediencia, donde Jesús y María, el Nuevo Adán y la Nueva Eva, obedecían a José, vicario de Dios Padre y cabeza de la Sagrada Familia. El Señor ha puesto a su fiel siervo a cargo de su casa. (Mt 24:45)
Recordamos también la condena dirigida a Adán: “¡Maldita la tierra por tu culpa! Con trabajo comerás su producto todos los días de tu vida. Con el sudor de tu frente comerás el pan.(Génesis 3:17.19) En el orden de la redención, el papel de José era aceptar este trabajo duro y diario, y convertirlo en una ofrenda redentora. Con amorosa obediencia al Padre, José ofreció su trabajo para proveer a Jesús. “Hagas lo que hagas, trabaja en ello con todo tu ser.(Col 3:23.24)
Pero esto no significa que José fuera adicto al trabajo. En efecto, un hombre no vive para trabajar, sino que trabaja para vivir. Y José entendió perfectamente esta verdad. José no buscó multiplicar las obras humanas. En realidad, sólo tenía en mente una obra: colaborar al crecimiento de Cristo en su humanidad, protegiéndolo y alimentándolo. Todo el sudor de José fue dado para el crecimiento de Cristo.
La Santísima Virgen María sabía, clara o confusamente, cuál sería el cruel destino de Jesús. Y José también lo sabía. Por tanto, si la obediencia de José al Padre fue visible en su trabajo, fue aún más brillante en su sacrificio. De hecho, qué doloroso debe haber sido soportar la tortura de criar a un niño destinado a ser asesinado. José sabía que al alimentar al niño Jesús, lo estaba conduciendo, de manera lenta pero segura, al altar del sacrificio. Como sustentador del Salvador, José engordó al Cordero para el matadero. Preparó a la Hostia, a la Víctima. Toda la protección que José brindó a Jesús, la huida a Egipto y todo lo demás, todo esto no fue para ahorrarle todo sufrimiento; era sólo para conducirlo hasta el Calvario y preservarlo para la hora que el Padre Celestial había fijado para la oblación.
Como mayordomo obediente del Padre, José proporcionó el Cordero. Como Abraham Patriarca, que sacrificó a su hijo Isaac, San José es un verdadero modelo de obediencia. “¿Dónde está el cordero para el holocausto? - Dios proveerá." (Génesis 22:7-8) Así como el camino de Abraham con Isaac hasta el monte Moriah había sido largo y doloroso, así también lo fue el camino de José con Jesús en la tierra. Pero el ángel de Dios le había dicho: "José, no tengas miedo". (Mt 1:20). Entonces José creyó y obtuvo una recompensa eterna. Siervo fiel, ven y comparte la alegría de tu señor. (Mt 25:23)
San José obediente, ruega por nosotros.
Hermano Jordan Martín, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ