Alegrémonos, ¡Jesucristo es Rey!

El Hno. Anthony Maria Akerman, OP, reflexiona sobre el Evangelio de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (Jn 18, 33b-37) en nuestra serie de videos semanales.


¡Hoy la Iglesia nos llama a recordar y celebrar que Cristo es Rey!

En 1925, el Papa Pío XI incorporó esta fiesta al calendario para recordar a la Iglesia que la realeza de Cristo no es sólo una metáfora. Él es realmente Rey, no sólo de mi corazón, sino que en su resurrección de entre los muertos “ha recibido dominio, gloria y realeza; todos los pueblos, naciones y lenguas le sirven”.

El Evangelio de hoy se interpreta con mucha frecuencia de forma errónea. Cuando Jesús dice: «Mi reino no es de este mundo», la gente entiende que el reino de Dios no está en esta tierra, sino que es algo que debemos esperar en el cielo. Pero el libro del Apocalipsis dice: «¡Él nos ha convertido en un reino!». Y como lo expresó tan claramente el Papa Pío XI al instituir esta fiesta: «La Iglesia católica es el reino de Cristo en la tierra, destinado a extenderse entre todos los hombres y todas las naciones».

El punto de Jesús en su conversación con Pilato es que su reino no se establecería en esta tierra mediante la violencia y la muerte. Más bien, Jesús, por su pasión, muerte y resurrección, conquista todos los poderes del mundo en el ámbito espiritual y luego nos llama a ir y predicar esta buena noticia de que Jesucristo es Rey y todas las naciones están llamadas a servirle. Como dijo en la mañana de Pascua: “Toda autoridad en el cielo y en la tierra me ha sido dada. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones”.

En Estados Unidos y en todo el mundo nos enfrentamos hoy a situaciones de verdadero malestar político. Las tensiones son altas y el colapso de nuestros sistemas políticos a veces parece inminente. Pero el mensaje de que Cristo es Rey debería infundirnos valor.

Cuando el Papa Pío IX instituyó esta fiesta hace un siglo, describió una época no muy diferente de la nuestra: guerra, codicia, pecado descarado, inestabilidad y un futuro incierto: “una sociedad sacudida hasta sus cimientos y en camino a la ruina”.

Pero su mensaje es que nos encontramos en esta situación, al menos en parte, porque los católicos se han vuelto demasiado tímidos a la hora de proclamar la realeza de Cristo. No nos avergoncemos del Evangelio. En cambio, seamos valientes para decir, con claridad y confianza, que no habrá paz entre las naciones, no habrá paz dentro de las naciones, no habrá paz dentro de las familias, no habrá paz en nuestros corazones, a menos que haya sumisión a la ley de Dios y al reino de Jesucristo.

Alegrémonos, ¡Jesucristo es Rey!