Reflexiones con Reliquias

"Lo que eres ahora, lo fuimos una vez. Lo que somos ahora, lo serás".

El año pasado, mientras estudiaba en el Angelicum de Roma, visité las tumbas y reliquias de muchos, muchos santos. A veces visitaba las reliquias de santos que conocía bien, como cuando hice una peregrinación a la tumba de Santo Domingo en Bolonia. Otras veces me topé con el cuerpo de un santo del que nunca había oído hablar, visible en un ataúd de cristal debajo de un altar. Buscaba el nombre del santo, que normalmente estaba publicado en algún lugar cercano, y decía una breve oración: "Querido Santo N., no sé quién eres, pero por favor ora por mí".

Una santa que encontré y que apenas conocía anteriormente fue Santa Catalina de Bolonia. Supe que fue abadesa clarisa en el siglo XV y que su cuerpo es uno de los pocos cuerpos incorruptos que no tiene una máscara de cera sobre el rostro. Ser incorrupto no significa que el cuerpo nunca decaiga, sino que lo hace muy, muy lentamente, mucho más lentamente de lo que se espera naturalmente. A estos cuerpos de santos a menudo se les aplica una máscara de cera para dar una impresión de cómo eran cuando se exhumaron por primera vez. Pero quería ver cómo luce realmente una reliquia incorrupta después de 15 años. Después de tanto tiempo, uno no esperaría más que huesos, pero el cuerpo de Santa Catalina todavía tiene carne y piel, aunque ennegrecidas por siglos de proximidad a velas devocionales.

A veces me siento incómodo al orar frente a las reliquias. Miro las reliquias y hablo con el santo, sabiendo que el santo ya no está allí. El santo está en el cielo y puede oírme desde cualquier lugar, y sin embargo siento cierta necesidad de visitar el asunto que dejaron atrás, aprovechando esta ocasión para hablar con él o ella. Dado que todavía estoy encarnado, necesito alguna dirección física para mirar, y de alguna manera me ayuda tener una conexión física con el santo. Esta conexión funciona tanto en dirección al pasado como al futuro. Primero, las reliquias de un santo me conectan con la vida terrenal del santo. En segundo lugar, puedo reflexionar sobre cómo, al final de los tiempos, este santo resucitará con su mismo cuerpo, aunque cambiado y glorificado.

Momentos como este son también para mí una ocasión para meditar sobre mi propio futuro. En dos criptas encontré las palabras: "Lo que eres ahora, lo fuimos una vez. Lo que somos ahora, lo serás". Algún día, sólo Dios sabe cuándo, yo también dejaré atrás este cuerpo mío. Luego, algún tiempo después, lo retomaré nuevamente. ¿Estoy viviendo la vida ahora con esto en mente? ¿Me estoy esforzando por entrar por la puerta estrecha, por pasar la eternidad unido a Dios y a los santos? Necesito seguir haciéndome estas preguntas para resistir la tentación de conformarme con algún bien temporal de esta vida como si fuera mi objetivo final.

Hermano Pascual Strader, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ