Si camina a su parroquia y le pregunta a veinte personas, “¿piensa que el propósito principal de un religioso es hacer algún trabajo activo para la Iglesia y el mundo, como enseñar, alimentar a los pobres y operar hospitales?” muchas personas responderían con un rotundo “¡sí!” Tal vez exista la posibilidad de que, mientras lee esta respuesta, se esté diciendo a sí mismo, “sí, eso suena bien. ¡Le doy a esa respuesta una A plus!” Pero, ¿y si les dijera que hay miles de religiosos y religiosas que no hacen ninguna de estas cosas y que no realizan ningún trabajo activo en la sociedad? Es posible que se sorprenda al descubrir que esto no es de lo que se trata la vida religiosa. El trabajo activo puede ser un aspecto central para determinadas órdenes religiosas como expresión de su particular carismas (dones y propósitos), pero no es el propósito fundamental de la vida religiosa. Más bien, el fin fundamental de todo religioso es “el testimonio de su vida consagrada, que está obligado a fomentar con la oración y la penitencia”. (CIC 673)
Como mencionamos en nuestra publicación de blog anterior, los hombres y mujeres religiosos están llamados a vivir una vida en este mundo que señalar a las personas la vida que Dios desea que todos nosotros compartamos con Él en la eternidad. La vida religiosa es un testimonio y un testimonio, y el religioso está llamado a ser una persona con un pie en esta vida y otro en la otra, apuntando a Dios y gritando “Él existe, Él debe ser adorado, y yo soy mostrándote esto al darle mi vida entera a Él!”
En el Antiguo Testamento había varias formas de sacrificios de animales. La mayoría de ellos consistía en dividir al animal en tres partes. Uno sería dado a Dios, uno al sacerdote y otro a la persona que hace la ofrenda. Pero un tipo especial de ofrenda se llamaba “toda la ofrenda quemada”, que se quemaba sobre el altar y se entregaba enteramente a Dios. San Gregorio compara la vida religiosa con esta ofrenda porque una persona se entrega por completo como una ofrenda completa a Dios, sin retener nada. El religioso, al renunciar a todo y entregarse a Dios, expone la locura que es la búsqueda de los bienes mundanos en lugar de Dios. Al final, la búsqueda de Dios y de la eternidad con Dios es lo único que realmente importa, y todas las cosas deben estar ordenadas a este fin. Es este aspecto fundamental de la vida religiosa en el que he encontrado un pozo inagotable del que sacar agua para alimentar mi propia vocación. Es un testimonio radical, una declaración al mundo entero ya todos los que me encuentro, que Dios es digno de ser amado por encima de todo y que exige nada menos que todo tu corazón.
Hermano Benedicto María Bartsch, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ