San Martín de Porres: una vida de servicio gozoso

Uno de los santos dominicos más conocidos del mundo no es famoso por su elocuencia ni por su educación. No hay sermones suyos transmitidos a través de los siglos, ni libros y tratados atribuidos a él que elaboren profundos misterios teológicos. Y, sin embargo, en todo el mundo católico hay devociones, novenas, oraciones y estatuas de San Martín de Porres que proclaman su intercesión e influencia en la vida de innumerables personas.

Nacido en 1579 en Lima, Perú, Martín era hijo ilegítimo de un noble español y una mujer indígena, probablemente una esclava liberada. Debido a esta herencia mixta, Martín sufrió intolerancia y prejuicios durante toda su vida. La ley peruana prohibía a los mestizos incluso unirse a comunidades religiosas, por lo que a Martín sólo se le permitió seguir su vocación a la vida religiosa uniéndose a los dominicos como una especie de miembro parcial. Se le permitió usar el hábito y vivir en comunidad, pero inicialmente no se le permitió hacer votos. Sirvió a los hermanos limpiando, cocinando y lavando la ropa. Como barbero, cortaba el cabello y se ocupaba de los procedimientos médicos básicos. A pesar del amor sencillo y alegre que mostró en todo su humilde servicio, a menudo fue ridiculizado por sus orígenes, incluso por algunos de sus hermanos.

Sin embargo, con el tiempo, la caridad de Martin brilló como un tipo de predicación único pero poderoso. Lo pusieron a cargo de distribuir limosnas a los pobres y a menudo se le pedía que visitara a los enfermos y moribundos en Lima. Muchas historias atribuyen a sus manos curaciones milagrosas, aunque siempre se mantuvo firme en darle crédito a Dios. Pronto, tanto ricos como pobres solicitaron su presencia y sus oraciones. El prior de su comunidad decidió ignorar la ley y permitir la profesión de Martín en la Tercera Orden de Santo Domingo. Martín de Porres fue verdaderamente un predicador: cada momento de su vida proclamó el amor de Cristo por todos los hombres y el deber de todos de corresponder a este amor mediante el amor a Dios y al prójimo.

El sufrimiento de Martín frente a la intolerancia y la opresión lo convierte en un santo querido y con el que muchos pueden identificarse. Estos males parecen estar presentes en casi todos los lugares y épocas. Sin embargo, seguir el ejemplo de Martin para responder a este mal no es una tarea fácil. San Martín tomó el camino estrecho de vivir las palabras de Cristo: “No resistáis al que es malo. Pero si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. (Mateo 5:39) y “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. (Mateo 5:44-45).

Luchar por la justicia es una parte importante y digna de elogio de la vida cristiana. Pero, cuando nosotros mismos nos convertimos en víctimas de tal opresión, sigamos el ejemplo de San Martín: hagamos todo lo posible para ser bondadosos y caritativos con quienes nos hacen daño, reflejando verdaderamente el amor de Cristo crucificado.

Hermano Antonio Agustín Cherian, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ

Foto: Vidriera de San Martín de Porres, de la iglesia de Santo Domingo en Washington DC. 
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