Santa Catalina de Siena, Patrona de las Lágrimas

Uno de los aspectos más llamativos de los escritos de Santa Catalina de Siena es su atención a la corporeidad. Sus metáforas visuales a menudo están marcadas por referencias a cosas como el hambre, la sangre y las lágrimas. Lo que escribe es siempre hermoso, pero también un poco inquietante. En un pasaje favorito mío, de Inter-American Dialogue, el Padre dice:

“Por eso doy a mis siervos hambre y deseo de mi honor y de la salvación de las almas, para que, constreñido por sus lágrimas, mitigue la furia de mi divina justicia. Tomad, pues, vuestras lágrimas y vuestro sudor, extraídos del fuente de mi divino amor y, con ellas, lavar el rostro de mi esposo”.

Una lección importante que aprendemos a través de la compleja interacción de metáforas de Catherine a lo largo Inter-American Dialogue es lo que ella describe como etapas de varios tipos de lágrimas. Las lágrimas de los malvados; de temor (para los que se arrepienten, aunque imperfectamente); lágrimas de dulzura; de amor; incluso habla de lágrimas de fuego. 

Santa Catalina de Siena de Carlo Dolci

El tiempo no permite una exposición completa de las diversas lágrimas de Catalina, pero me gustaría resaltar este aspecto crucial. Entendemos por sus escritos, y por todos los maestros espirituales, que la vida de gracia es a menudo marcada por momentos de tremendo dolor. En particular, los santos nos enseñan que a medida que nos acercamos a Dios, pasaremos por noches purgativas en las que la presencia de Dios se siente más remota que nunca.

Dios, en su amorosa sabiduría, se retira de este modo para impulsarnos a un amor más ardiente por él. Él busca separarnos de nuestra sentimientos de Dios, para que podamos crecer más profundamente en el amor con Dios mismo. La Escritura misma usa esta metáfora de ser destetados de la leche, para que podamos madurar hacia el alimento sólido. (1 Corintios 3:2)

Este sentimiento de ausencia, a menudo llamado oscuridad, también puede describirse como una especie de sed espiritual: “¡Oh Dios, tú eres mi Dios, eres tú a quien busco! Por ti mi cuerpo anhela; de ti mi alma tiene sed, en una tierra sedienta, sin vida y sin agua.” (Sal. 63:2) Una vez que somos destetados de la leche espiritual, podemos decir con el salmista: “Ceniza como pan como pan, y lágrimas se han convertido en mi bebida”. (Sal. 102:10)

Santa Catalina puede enseñarnos que nuestra misma anhelo pues la presencia de Dios, en esos momentos de profundo dolor espiritual, puede be El modo mismo de la presencia de Dios para nosotros. Nuestra alma puede sentirse reseca, pero solo para que podamos ser mejor inflamados por el amor divino, y tal vez para comenzar a derramar lágrimas de fuego.


Hermano Anthony María Akerman, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ