San Agustín dijo una vez: “Si me preguntan qué es lo esencial en la religión y disciplina de Jesucristo, responderé: primero, la humildad, segundo, la humildad y tercero, la humildad”. Hoy en día, la sociedad a menudo nos expone a una ideología que fomenta acciones y comportamientos orgullosos. Este pensamiento considera que los orgullosos, egoístas y desobedientes son aquellos que pueden inducir cambios o triunfar en la vida. Sin embargo, la historia de la salvación y las vidas de los santos muestran que un estilo de vida orgulloso solo resulta en la caída de la humanidad. Es más bien la virtud de la humildad la que nos exalta al final.
El Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, describe la humildad con esta declaración. “Verdaderamente, la virtud de la humildad consiste en esto, que uno se mantiene dentro de sus propios límites; no se estira hacia lo que está por encima de él, sino que se sujeta a su superior.”[ 1 ] Si bien ser humilde no significa despreciar los dones y talentos que Dios nos ha dado, sí significa que para ser humilde uno debe esforzarse por no compararse con los demás, sino reconocer que debe usar esos dones para la gloria de Dios y no para autogratificación. De hecho, esto puede sonar abrumador dada nuestra naturaleza humana, pero tenemos a la Virgen María como nuestra guía e inspiración.
Cada año, en la Solemnidad de la Anunciación del Señor, la Iglesia nos recuerda la trascendental decisión de María a través de los pasajes del evangelio de San Lucas. Su decisión fue notable porque puso su fe y confianza en la providencia de Dios. Aunque cuestionó cómo llegaría a ser el plan divino de Dios porque no tenía relaciones con un hombre, finalmente se sometió a la voluntad de Dios. Su decisión alteró el curso de la historia humana y su hágase permitió a Jesús llevar a cabo el plan de Dios para traer la salvación de la humanidad a través de su crucifixión, muerte y resurrección. María es humilde hágase es por eso que ella es nuestro modelo para vivir una vida de humildad; “He aquí, yo soy la sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra.[ 2 ]
En nuestra vida cotidiana, debemos responder a Dios con la humildad de María, con un "sí" sincero. Aunque dudemos de que su plan sea bueno, debemos someternos a su voluntad, como lo hizo María cuando aceptó la tarea de dar a luz y resucitar al Hijo de Dios. Cuando dijo que sí a la voluntad de Dios, no sabía las dificultades y las penas que tendría que soportar, pero aun así aceptó humildemente el plan de Dios.
Hermanos y hermanas, imploremos la intercesión de María para que vivamos con mayor humildad. Consideren estas palabras de Santa Teresa de Calcuta en su vida cotidiana: “María, dame tu Corazón: tan hermoso, tan puro, tan inmaculado; tu Corazón tan lleno de amor y de humildad que yo pueda recibir a Jesús en el Pan de Vida y amarlo como tú lo amas y lo sirves en el angustioso disfraz de los pobres”.
[ 1 ] Aquino, Santo Tomás. Sobre la Verdad de la Fe Católica: Summa Contra Gentiles (Libro Cuarto: Salvación)
[ 2 ] Lucas 1:38 (NVI)
Hermano Peter Agustín Hoang, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ