A lo largo de la temporada de Adviento, la Iglesia se prepara para el nacimiento de Jesús. Jesús nació de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y se hizo hombre. El Adviento no sólo recuerda su Primera Venida, sino que también recuerda a los fieles cristianos que deben velar y estar en guardia contra los ataques del maligno mientras esperan con alegría la Segunda Venida de nuestro Señor. Del 17 al 23 de diciembre, la Iglesia canta las Antífonas “O”. Estas antífonas aluden a las promesas mesiánicas que encuentran su cumplimiento en el Hijo de Dios encarnado, el Mesías. Las Antífonas “O” ilustran el descenso de la humanidad de Jesús, este descenso del amor divino.
En la Pascua, la Iglesia celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. Aquellos que recen las Vísperas escucharán un tono familiar que se remonta a los últimos días de Adviento. La antífona de la Ascensión también tiene forma de antífona “O”.
O Rex gloriae, Domine virtutum, qui triunfotor hodie super omnes coelos ascendisti; ne derelinquas nos orphanos, sed mitte promissum Patris in nos, spiritum veritatis. Aleluya.
“Oh Rey de gloria, Señor de todo poder, que ascendiste al cielo en este día triunfante sobre todo; No nos dejes huérfanos, sino envíanos la promesa del Padre, el espíritu de la verdad. Aleluya."
El mismo modo que se usa para el descenso del amor divino se usa ahora para el ascenso del amor divino, la humanidad resucitada y glorificada de Jesús. Para Santo Tomás de Aquino, toda realidad creada proviene de Dios (exitus), y todo volverá entonces a Dios (Reditus). En Cristo, vemos una prefiguración de toda la realidad que viene de Dios (exitus): "En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios..." (Juan 1:1). Así también en Cristo todas las cosas vuelven a Dios (Reditus). Cuando la humanidad se unió a la persona divina en Jesús, Dios mismo permaneció para siempre el mismo sin ningún cambio en su divinidad. La humanidad ahora experimenta una recreación en ya través de la vida de Cristo. Por el don gratuito de la gracia divina de Dios, el cristiano llega a ser lo que Cristo es por naturaleza. La participación de Jesús en Su misma vida ayudará al cristiano a cumplir la meta de toda su existencia, el conocimiento de la Trinidad en su unidad. (Santo Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo. Enviado I, d.2, exp.)
La antífona de la Ascensión suplica a Dios, "no nos dejes huérfanos". La resolución de nuestra orfandad es el cumplimiento de la promesa del Padre: el envío del Espíritu veritatis, El espíritu santo. El Apóstol nos recuerda que, “Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios… El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, con tal que suframos con él para que también seamos glorificados con él” (Romanos 8:14, 16-17).
Que celebremos la Ascensión del Señor con renovado fervor para que nos dispongamos a aquello que nos permita llegar a ser por la gracia lo que es Cristo resucitado, ascendido y glorificado por su naturaleza.
Hermano José María Barrero, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ