El día del señor

¡Regocíjense, que se regocijen! Bautizados durante una Vigilia Pascual, estas palabras de apertura del Exsultet tienen un lugar especial en mi recuerdo de la celebración de la Pascua. Este año, al proclamar el Exsultet en la capilla del priorato como diácono, me llamó la atención el motivo repetido de "esta es la noche". La noche anterior a la Pascua fue las noche. Era la noche de la Pascua y la noche de la resurrección victoriosa de Cristo. Este juego de palabras sobre el tiempo me recuerda el Evangelio de Juan, donde Jesús a menudo proclama Su hora como futura (venida) y presente (ahora está aquí). El anuncio de la alegría pascual es el anuncio y la manifestación de este tiempo de la Resurrección, el tiempo de Jesús. Es una proclamación que comienza en la oscuridad de la noche, en medio de la oscuridad del pecado y la muerte, anunciada por la llama de un cirio pascual recién encendido que brilla en la oscuridad. Esta luz pastorea el nuevo día, la plena aurora pascual, la manifestación y el anuncio de la Resurrección.

Reflexionando sobre el amanecer de este nuevo día, el amanecer de Cristo que rompe los lazos de la prisión de la muerte, me impresiona la comprensión de que en el amanecer de la Pascua, inmediatamente olvido todas mis penitencias cuaresmales. Durante la Cuaresma, semana tras semana, nos damos cada vez más conciencia de nuestras fallas y, con gran esfuerzo, tratamos de reunir la fuerza y ​​el coraje para convertir nuestras vidas a Dios con renovado fervor y devoción.

En Cuaresma, nuestro enfoque espiritual estaba en nuestras prácticas penitenciales, el mantenimiento de ayunos y observancias. Fue nuestro difícil ascenso hasta el Templo de Pascua. A lo largo de ese viaje, somos cada vez más conscientes de nuestra necesidad cada vez mayor del amor salvador de Dios. Pero el ascenso de la Cuaresma se transforma por completo en el amanecer exultante de la mañana de Pascua. Cristo se levanta del inframundo. Es su poder santificador el que resplandece en la noche; es Él quien nos saca de las tinieblas de la muerte al amanecer de la vida verdadera.

Al celebrar esta temporada de Pascua, podemos descansar contemplativamente en esta magnífica obra de Dios. A través de la Cuaresma, nos volvimos más conscientes de lo que no podemos hacer y, de la misma forma, de lo que realmente necesitamos. Para aquellos que luchan ciegamente en esta vida sin el poder del Salvador, para aquellos que no creen en Cristo, para aquellos que se han apartado por un tiempo, o para aquellos de nosotros que soportamos una lucha particularmente difícil, la Resurrección es a la vez el manifestación del poder salvador de Dios y de la pura futilidad del esfuerzo humano divorciado del poder de Dios. Regocijémonos de que Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, ha hecho por nosotros lo que nadie más pudo, y nos ha amado como nadie más lo ha hecho. Él nos ha ennoblecido para vivir en armonía con la voluntad de Dios y unos con otros, para gozo en este mundo y felicidad eterna en el mundo venidero. Amén.


Br. Cody Jorgensen, OP | Conoce a los hermanos estudiantes en formación AQUÍ