"¿Te gustaría ir a buscar huevos de Pascua?" "No, soy demasiado mayor para eso". En algún momento, escuchamos esa respuesta de los niños. La emoción por la búsqueda de huevos de Pascua y los conejitos de chocolate comienza a desvanecerse. Y esto es normal. Pero nosotros, los adultos, no tenemos que renunciar a la búsqueda de huevos de Pascua de nuestra infancia sólo porque hayamos llegado a cierta edad. Si la alegría de buscar huevos de Pascua viene de encontrar un huevo escondido, entonces podemos descubrir la alegría oculta en nuestra vida cotidiana. Todas las alegrías auténticas tienen sus raíces en Cristo. Su Resurrección trae alegría al mundo y lo transforma, rescatándolo del lugar de oscuridad espiritual.
"¡Cristo ha resucitado!" "¡Él ha resucitado!" Los cristianos orientales utilizan este saludo y respuesta durante todo el tiempo pascual. En la Iglesia Católica Romana, la Pascua dura cincuenta días, comenzando el Domingo de Pascua y terminando el Domingo de Pentecostés. Pero los primeros ocho días son los más importantes y tienen las mismas características festivas del propio Domingo de Pascua. A ese período de ocho días lo llamamos octava. Piense en cada día de la Octava de Pascua como otro Domingo de Pascua. Como una gota de agua que forma ondas en la superficie de un lago, la alegría de la Pascua es tan grande que se difunde, ondulando en el tiempo. Y podemos preguntarnos ¿qué alegría estamos celebrando?
Es el gozo de la resurrección de Cristo. Es en Su resurrección que encontramos esperanza de vida eterna. A través de Su Resurrección y Ascensión, sabemos que el Cielo existe, que la vida eterna existe y que Dios la prepara para quienes siguen a Cristo. La Escritura dice: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán resucitados” (1 Cor 15:22). La Resurrección de Cristo que celebramos en estos ocho días nos recuerda que Cristo nos trae nueva vida: la nueva vida de los hijos de Dios. Esto lo sienten con mayor ardor quienes acaban de ser bautizados en la Vigilia Pascual, pero también aquellos de nosotros que llevamos mucho tiempo bautizados debemos renovar también nuestra alegría bautismal. Estamos llamados a recordar la gracia del bautismo por el cual hemos sido completamente renovados. Esa nueva vida que nos trae Cristo Resucitado es el regalo más precioso que podemos recibir. Que Dios, por intercesión de la gozosa Madre de Cristo, nos bendiga abundantemente y derrame en nuestros corazones la alegría de la Resurrección de Cristo.
Hno. Alfonso Vu, OP | Conozca a los hermanos en formación AQUÍ