El Santo Nombre de Jesús: El Poder de Su Nombre

¿Qué debe evocar en mí el nombre de Jesús?

Una de las experiencias humanas más agradables pero sobre las que no se suele reflexionar es el acto de recordar a un ser querido: un cónyuge, un familiar o un amigo. La mera mención de su nombre puede evocar un fuerte afecto y recuerdos. Esta experiencia se traduce en nuestra devoción cristiana al Santo Nombre de Jesús, llevándonos a preguntarnos: “¿Qué debe evocar el nombre de Jesús dentro de mí?”

Jesús. El nombre puede recordar una oración, una imagen o un pensamiento de mirada hacia la Sagrada Escritura. Tal vez despierta la gratitud por Su misericordia y salvación. Cualquiera que sea el nombre de Jesús que nos despierte, su poder es mucho más. Jesús no es un nombre cualquiera. Es un Santo Nombre, el MEJOR DE TU Santo Nombre. Nada acerca de Jesús es sin poder. Si un breve toque en el borde de la túnica de Jesús cura a la mujer incurable, ¿qué clase de poder podríamos experimentar con Su Nombre en nuestros corazones y labios?

San Bernardo, en su comentario al Cantar de los Cantares, reflexiona sobre el tercer verso del capítulo inicial, nombre es como aceite derramado. El hablante de este versículo es como el cristiano que mora amorosamente en Cristo. San Bernardo dice que el nombre de Cristo se compara apropiadamente con el aceite de tres maneras:

Primero, como luz. Así como el aceite alimenta la llama de una lámpara, así también el nombre de Jesús ilumina las almas. Jesús es la luz que es la vida de la humanidad, y las tinieblas no pueden comprenderlo. Su Nombre ilumina la verdad que debemos conocer.

En segundo lugar, como alimento. Como un buen aceite nutre el cuerpo y le da vitalidad, así también el nombre de Jesús nutre los corazones. Los corazones cansados ​​se alimentan de la inspiración, y Jesús es la máxima inspiración del corazón.

Por último, como medicina. San Bernardo dice que así como el aceite se usa a veces como medicina para aliviar el dolor, cuando invocamos el nombre de Jesús, Su gracia nos cura y alivia nuestra angustia.

Permite que Jesús permanezca en tu corazón y que Su Santo Nombre pase frecuentemente por tus labios. En palabras del mismo San Bernardo: “Escondido en el nombre de Jesús, oh alma mía, como en un vaso, tienes un remedio soberano contra todo mal. Guárdalo en el seno siempre, listo a tu mano; para que todos tus afectos y acciones estén centrados en él.” 


Hermano Casiano Smyth, OP | Conoce a los Hermanos en Formación AQUÍ