"La tinaja de harina no se vaciará,
ni se acabe el aceite de la vasija,
hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.''
Hay momentos en nuestras vidas en que Dios nos pide que nos demos y seamos generosos cuando nos sentimos completamente agotados y sentimos que sería demasiado doloroso dar más. Dios exige una especie de “generosidad radical”, que simplemente excede nuestras capacidades naturales para cumplirla. Y así, en nuestra primera lectura de este domingo, Elías le pide comida a la viuda anónima de Sarepta, cuando apenas tiene lo suficiente para ella y su hijo. Justo en el momento de su más profunda desesperación, Dios parece pedir una cosa más, pero no lo hace de manera grosera ni la deja en su desesperación. En cambio, Dios le hace una promesa de que la harina no se agotará ni el aceite se agotará. Esta sería la prueba de su amor cuidadoso por ella en medio de su oscuridad. Es justo en el momento de gran necesidad que Dios interviene y nos pide que caminemos en fe.
Así, la viuda ofrece un pequeño pastel para Elías y Dios cumple su promesa, de modo que durante un año entero pueden disfrutar de su milagrosa providencia. Vemos una escena similar en el Evangelio: Jesús observa atentamente cómo las multitudes hacen sus donaciones al templo y se da cuenta de una sola viuda anónima. Ella sólo da unos pocos centavos, “todo su sustento” y Jesús se da cuenta. Se vuelve hacia sus discípulos y elogia su generosidad diciendo que ella dio más que todos los demás. ¿Y por qué? Porque dio desde su pobreza, desde su necesidad. Es porque actuó con fe a pesar de cualquier tentación que pudo haber tenido para desesperarse de su situación. ¿Cuál es la promesa de Dios a personas tan generosas como estas? “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Quizás te encuentres en una situación desesperada o en un lugar desesperado, tal vez te sientas agotado y defraudado. Todos experimentamos periódicamente oscuridad y sequedad espiritual y, a veces, incluso podemos sentir que Dios se ha olvidado de nosotros o nos ha abandonado.
En este domingo quiero que sepas que Dios te ofrece esta promesa: si sigues dando, siendo generoso contigo mismo, siendo paciente, y si eliges servir a Dios aunque te sientas inseguro y con miedo, Él no te abandonará, no te fallará. Tu tinaja de harina será más que suficiente y tu aceite espiritual rebosará. Que Dios permita que su gracia y misericordia se derramen sobre ti como una lluvia sanadora. Amén.