La misericordia de dios

Últimamente he estado pensando en la misericordia. La misericordia es algo tan fundamental para nuestra fe cristiana y, sin embargo, parece ser tan esquiva. No es difícil pensar en una definición de la palabra, pero su aplicación es una tarea continuamente difícil: el importante mensaje de perdón que nuestro Señor proclamó no es fácil. Por un lado, podemos encerrarnos y condenar a las personas cuando nos sentimos agraviados o por diferencias de opinión (especialmente cuando desafían nuestras propias creencias). Por otro lado, podemos — bajo el disfraz de 'misericordia' - hacer que nadie rinda cuentas por sus acciones. Ninguna de estas son buenas conclusiones, pero quiero centrarme en la primera por ahora.

Debido a que tenemos el Depósito de la Fe, las Tradiciones de la Iglesia y la Revelación de las Escrituras, es por una buena razón que tenemos un fuerte sentido de convicción: nuestra fe es verdadera. Esta hermosa verdad es asombrosa y por eso queremos compartir con el mundo nuestro maravilloso salvador, Dios y amigo, Jesucristo. Pero cuando nos encontramos con personas sin este conocimiento, podemos perder de vista nuestro objetivo. Cuando un no creyente se enfrenta a una de nuestras creencias, podemos ponernos a la defensiva. Sin embargo, nadie gana cuando una conversación se vuelve conflictiva. El argumento podría "ganarse" en el sentido de que se dijeron las cosas "correctas", pero sin tacto, tales conversaciones engendran más resentimiento que una verdadera conversión. Las conversaciones con aquellos que han renunciado a la vida de fe requieren un tacto similar. Debemos decir la verdad, sí, pero debemos decir la verdad con amor y misericordia.

Vivimos en una época en la que muchos católicos no practican su propia fe y otros la han abandonado más explícitamente. A menudo he visto esfuerzos buenos y sinceros por llevar a la fe a seres amados incrédulos. A veces, estas buenas intenciones se convierten en indignación cuando las cosas no salen como queremos y se rechazan nuestros intentos de compartir nuestra fe. Pero debemos mantener las cosas en perspectiva. No podemos controlar a los demás. El asentimiento de cada persona a Dios debe ser habilitado por la gracia de Dios y elegido por uno mismo. Debemos ser amorosos, pacientes y misericordiosos, extendiendo a los demás la misma porción que quisiéramos que otros nos brindaran. Después de todo, ¿no somos todos pecadores necesitados de misericordia? Recuerda siempre que Dios, conociendo todas nuestras faltas y fracasos, nos ama igualmente. Sea siempre un cristiano diligente y nunca deje de extender la mano de misericordia en el momento en que se la busque. Nuestro objetivo debe ser hacer que la gente crea en Dios, no ganar discusiones. En esto, la misericordia es vital.


Br. Thaddeus Frost, OP | Conoce a los hermanos estudiantes en formación AQUÍ