Los cristianos atribuyen una gran eficacia al ayuno. Nos mantiene alerta, despierta nuestra sensibilidad hacia Dios, nos permite conocernos a nosotros mismos y nos hace más conscientes de las necesidades de los demás. El ayuno se considera un medio eficaz para afrontar el orgullo, la glotonería y la impureza, y sirve como una forma tangible de penitencia y expiación. En la búsqueda del crecimiento espiritual y el autoconocimiento, el ayuno, especialmente durante la Cuaresma, es una práctica consagrada.
Cuando ayunamos, nos abstenemos de alimentos u otros bienes, no simplemente como un ritual, sino como un medio para preparar el alma y crear un espacio sagrado para Dios. Es un acto consciente de autodisciplina que nos ayuda a resistir la tentación y vencer el pecado. La experiencia del hambre fomenta una mayor sensibilidad hacia las necesidades de los demás y un mayor aprecio por lo que tenemos.
Las raíces bíblicas del ayuno subrayan su conexión con la oración, enfatizando la búsqueda de la voluntad de Dios. Transforma el tiempo típicamente dedicado a las comidas en momentos de reflexión espiritual y comunión con lo divino, y una de las suposiciones del ayuno es que lo que nos negamos a nosotros mismos se lo damos a los necesitados.
El ayuno durante la Cuaresma no es sólo una obligación religiosa, sino una oportunidad para la autorreflexión, la renovación espiritual y una conformidad más profunda con las enseñanzas de Cristo. Abordar esta práctica intencionalmente y con una comprensión genuina de sus objetivos espirituales puede conducir a una experiencia de Cuaresma más profunda, preparando a las personas para celebrar la Pascua con un corazón purificado y una conexión fortalecida con Dios.
Cada año, el Papa anuncia un mensaje a los fieles que destaca algún elemento importante de la Cuaresma. Este año, parte de ese mensaje es un llamado a hacer una pausa:
"Es hora de actuar, y en Cuaresma, a actuar también significa hacer una pausa. Pausar in oración, para recibir la palabra de Dios, hacer una pausa como el samaritano existentes en la Presencia de un hermano o hermana herido. El amor a Dios y el amor al prójimo son un solo amor. No tener otros dioses es detenerse en la presencia de Dios al lado de la carne del prójimo. Por eso, la oración, la limosna y el ayuno no son tres actos inconexos, sino un único movimiento de apertura y de vaciamiento, en el que echamos fuera los ídolos que nos pesan, los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado revivirá."
-Mensaje de Su Santidad el Papa Francisco para la Cuaresma 2024
El ayuno es una forma de pausa abrirnos a la Palabra de Dios. En este acto podemos deshacernos de los ídolos que atan nuestras vidas y permitir que nuestros corazones revivan. Sólo cuando vaciamos nuestras manos estamos listos para recibir algo nuevo en ellas. Así que cuidémonos de limpiar nuestro corazón para que esté preparado para las gracias con las que Dios quiere colmar nuestra vida en Pascua.
Hno. ?ukasz Pasich, OP | Conozca a los hermanos en formación AQUÍ