La Presentación de María

El miércoles 21 de noviembre celebramos la Memoria de la Presentación de la Santísima Virgen María. Las antiguas tradiciones de la iglesia, como se atestigua en obras como el Protoevangelio de Santiago, sostienen que cuando la Santísima Virgen tenía solo 3 años, sus padres Joaquín y Ana la ofrecieron a Dios en el templo de Jerusalén, donde vivió hasta la edad de 12 años. Joaquín y Ana habían sido afligidos por no tener hijos y, en gratitud por María, ofrecieron a su preciosa hija al Señor en acción de gracias por todo lo que había hecho por ellos. Al hacerlo, estaban siguiendo el ejemplo ilustre de los santos del Antiguo Testamento como Elcana y Ana, quienes también sufrieron la falta de hijos, y que también ofrecieron a su hijo Samuel al sacerdote Elí cuando Dios escuchó sus oraciones (1 Samuel 1-3).

Samuel, que había nacido como respuesta a las oraciones de sus angustiados padres Elcana y Ana, creció hasta convertirse en un poderoso profeta que llevó la palabra de Dios a Israel. María, que también fue dada a sus padres como respuesta a sus oraciones, estaba destinada por el Altísimo a ser no solo una profeta que trae la palabra profética de Dios a Israel, sino la gran Madre de Dios que traerá el Verbo encarnado de Dios. Dios mismo al mundo entero. En ambos casos, Dios consideró oportuno preparar a María y Samuel para sus misiones especiales haciendo que crecieran en la proximidad más íntima del culto sagrado. A través de esta formación religiosa, María y Samuel tendrían toda su vida consagrada a las grandes misiones que tenían por delante.

Como María y Samuel, nosotros también tenemos una misión de Dios. Nuestra misión en esta tierra puede no ser tan elevada como la de Samuel o María, pero a nuestra manera estamos llamados a imitar a Samuel al llevar la palabra profética del Evangelio al mundo moderno, y a imitar a María como canales de Dios. misericordia por los pecadores. Como Samuel y Mary, necesitamos una formación especial para poder realizar esta tarea. Para proporcionarnos este entrenamiento, Cristo estableció Su Santa Iglesia Católica. Por su sagrada liturgia, la Santa Madre Iglesia nos enseña a elevar nuestro corazón a nuestro Creador, el único en quien podemos encontrar el descanso eterno. En ninguna parte ocurre más esta elevación de nuestro corazón que en la Sagrada Eucaristía. La próxima vez que nos acerquemos a nuestro Señor en el santo sacrificio de la Misa, recordemos la gran misión de evangelización a la que Él nos ha llamado, y confiemos al cuidado maternal de la Santísima Virgen María, que por su intercesión puede recibir la fuerza para cumplir fielmente esa misión.


-Br. Athanasius Thompson, OP

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