Cuando vemos quién es realmente Jesús, finalmente podemos ver quiénes somos realmente.
Esto es importante porque la batalla por nuestras almas es una batalla por nuestras identidades. Antes de que Jesús viniera, habíamos olvidado quiénes éramos. Nos habíamos convertido en sombras, cayendo cada vez más en la oscuridad. Éramos la presa indefensa del acusador, Satanás, cuyo único objetivo era y es convencernos de que pertenecemos a la oscuridad.
Jesús vino a restaurar y elevar nuestra identidad. Y en el evangelio de hoy, Jesús anuncia esta misión y nos revela así su propia identidad. Cuando afirma con valentía que “hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”, está diciendo a la gente de Nazaret: “Yo soy vuestro Salvador”. Hoy Jesús le dice a usted“Yo soy tu Salvador.”
¿Realmente crees en Él?
El problema es que todavía escuchamos ecos de la mentira de Satanás. Él te dice que perteneces a tu pecado, que te gusta, tal vez incluso que no eres digno de él. están Tu pecado. Claro, el cielo puede ser para algunas personas en algún momento, pero no para ti, no ahora.
Cuando ves a Jesús, ¿ves a tu salvador, a tu amigo, a tu hermano? No solo al salvador de alguien, a tu manera Salvador. Necesitas hacerlo porque si Él es tu salvador, entonces eres salvo, si Él es tu amigo, entonces eres amado, y si Él es tu hermano, entonces eres hijo de Dios.
Hermanos y hermanas, esto es absolutamente crucial. Si no vivimos a la luz del rostro de Cristo, si no lo vemos y lo recibimos tal como es, seremos engañados, Satanás robará nuestra identidad. Hoy Jesús te llama a creer y vivir desde la identidad que Él te da. Que eres salvo, que te deleitas en ser hijo amado de Dios.