¿Qué esperamos de Dios? ¿Qué tipo de cosas pedimos en oración y cómo esperamos que esas oraciones sean respondidas?
En el Evangelio de hoy, el pueblo judío escucha con “esperanza” la predicación de san Juan Bautista. Como hijos de Abraham, esperaban que Dios saliera en su defensa contra el dominio de Roma, que viniera un Mesías con poder divino para poner a Israel bajo el gobierno de su verdadero Rey: el Dios de Abraham.
En San Juan ven el cambio radical que esperan: un hombre que se ha entregado por completo a Dios y que predica la obediencia a las leyes de Dios a todos, incluidos los recaudadores de impuestos extorsivos y los soldados opresores. San Juan, la voz que clama en el desierto, exige un nuevo orden de cosas, la eliminación de la corrupción y el mal que padece Israel.
Los israelitas, al escuchar a san Juan, perciben en su predicación el cumplimiento de todas sus expectativas. En él ven a Dios actuando y empiezan a pensar: “¿Será posible que Juan sea el Mesías?”.
En parte tienen razón: Dios está obrando a través de San Juan, pero al mismo tiempo, lo que Dios está haciendo es más poderoso, más bello y aún más radical que todo lo que ellos esperan.
San Juan nos hace un llamado al arrepentimiento, pero el verdadero Mesías, más poderoso que San Juan, nos trae mucho más que eso. Cuando San Juan bautiza a Jesús, se revela la verdadera identidad del Mesías: más que un profeta, más que un rey, más que un sacerdote. El Mesías es Dios mismo, que vino a liberar a Su pueblo del pecado, sí, pero el Bautismo de Jesús el Mesías es un Bautismo en el fuego del Espíritu Santo. Ser lavado por Jesús es hacer que el fuego ardiente del Amor de Dios salte de Su Sagrado Corazón al tuyo. Ser bautizado por Jesús es hacer que Su Padre te abra los Cielos y escucharlo decir: “Tú eres mi hijo amado”.
Esta adopción divina va mucho más allá de lo que los seguidores de San Juan podrían haber esperado. Pero algunos de ellos, al menos, pudieron ver a Jesús tal como era y entrar con fe en la nueva vida que Él ofrecía.
Todos tenemos expectativas, esperanzas, deseos y sueños para nuestra vida. Como Padre nuestro, Dios quiere encargarse de esas cosas. Pero también tiene otros dones más grandes para nosotros que van mucho más allá de nuestra propia visión para nuestra vida.
En esta gran fiesta del Bautismo del Señor, pidamos la gracia de acoger las novedades que nos ofrece nuestro Padre, la llamada siempre inesperada hecha a los hijos amados de Dios.