Cuando digo la palabra moralidad, ¿en qué piensas? Su primer pensamiento puede ser en reglas, deberes y obligaciones - lo que se debe y no se debe hacer en lo que es un comportamiento aceptable, como los que se encuentran en los Diez Mandamientos. Algunos pueden pensar en la moralidad como Dios poniendo límites a la libertad humana e incluso pueden ver estos límites como arbitrarios. Otros pueden pensar en restricciones de comportamiento a las que podemos o no querer conformarnos, pero que necesitamos para mantener una sociedad en funcionamiento.
Al teólogo moral Servais Pinckaers, OP, le gusta señalar que los deberes y las obligaciones no son lo que los cristianos antiguos y medievales habrían pensado primero al considerar la moralidad, aunque estas cosas están incluidas en ella. Por ejemplo, en el tratamiento de la moralidad de Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae, no comienza preguntando "¿qué es obligatorio?" sino, '¿qué es la felicidad?' No se refiere a la felicidad en el sentido de una emoción positiva temporal, sino al florecimiento general de la vida humana.
La felicidad, en este sentido, es el objetivo de la vida, y la moralidad se trata de cómo llegar allí. Las acciones morales contribuirán a nuestra felicidad, nuestro bienestar. Las acciones inmorales le restarán valor. Las acciones que contribuyen o restan valor al florecimiento humano se basan en la naturaleza humana que todos tenemos en común, que Dios nos ha dado. Esto es lo que explica el aspecto objetivo y universal de la moral.
Este fundamento de la moralidad en la naturaleza humana y la felicidad humana la extiende más allá de ser simplemente deberes y obligaciones. En la práctica, la discusión de la moralidad en esta visión más amplia se centra en las virtudes: hábitos o disposiciones de actuar bien, es decir, de acuerdo con la razón y dirigido a un buen fin. Cuando actuamos bien habitualmente, estamos construyendo una virtud. Otro punto importante en esto es que Dios quiere que seamos felices. Él quiere que florezcamos y ofrece Su ayuda, a través de la gracia, para fortalecer nuestras virtudes más allá de lo que podríamos lograr por nuestra cuenta. En última instancia, la verdadera felicidad se encuentra solo en Dios, y la felicidad perfecta solo es posible en la próxima vida, cuando podemos estar perfectamente unidos a Dios, que es la Bondad misma.
Pidamos a Dios todos los días, por intercesión de Nuestra Señora, por las gracias que necesitamos para crecer en virtud, para que podamos florecer en esta vida, y por la gracia de la perseverancia final, para que podamos alcanzar la perfecta felicidad con Dios en el próxima vida.
Al teólogo moral Servais Pinckaers, OP, le gusta señalar que los deberes y las obligaciones no son lo que los cristianos antiguos y medievales habrían pensado primero al considerar la moralidad, aunque estas cosas están incluidas en ella. Por ejemplo, en el tratamiento de la moralidad de Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae, no comienza preguntando "¿qué es obligatorio?" sino, '¿qué es la felicidad?' No se refiere a la felicidad en el sentido de una emoción positiva temporal, sino al florecimiento general de la vida humana.
La felicidad, en este sentido, es el objetivo de la vida, y la moralidad se trata de cómo llegar allí. Las acciones morales contribuirán a nuestra felicidad, nuestro bienestar. Las acciones inmorales le restarán valor. Las acciones que contribuyen o restan valor al florecimiento humano se basan en la naturaleza humana que todos tenemos en común, que Dios nos ha dado. Esto es lo que explica el aspecto objetivo y universal de la moral.
Este fundamento de la moralidad en la naturaleza humana y la felicidad humana la extiende más allá de ser simplemente deberes y obligaciones. En la práctica, la discusión de la moralidad en esta visión más amplia se centra en las virtudes: hábitos o disposiciones de actuar bien, es decir, de acuerdo con la razón y dirigido a un buen fin. Cuando actuamos bien habitualmente, estamos construyendo una virtud. Otro punto importante en esto es que Dios quiere que seamos felices. Él quiere que florezcamos y ofrece Su ayuda, a través de la gracia, para fortalecer nuestras virtudes más allá de lo que podríamos lograr por nuestra cuenta. En última instancia, la verdadera felicidad se encuentra solo en Dios, y la felicidad perfecta solo es posible en la próxima vida, cuando podemos estar perfectamente unidos a Dios, que es la Bondad misma.
Pidamos a Dios todos los días, por intercesión de Nuestra Señora, por las gracias que necesitamos para crecer en virtud, para que podamos florecer en esta vida, y por la gracia de la perseverancia final, para que podamos alcanzar la perfecta felicidad con Dios en el próxima vida.
Br. Paschal Strader, OP | Conoce a los hermanos estudiantes en formación AQUÍ
Escrito
4 de febrero de 2019
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Lectura de 3 min
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